¿Amor o dependencia emocional?
¿Por qué hay tantas personas que viven en relaciones en las que no son felices, no tienen ilusiones y sienten los pasos por su día a día, como una lucha constante para conseguir un único objetivo: que aquello funcione?
En estos casos, la vida de uno pierde peso e importancia, ya que solamente hay un punto de mira para nuestros ojos y nuestra mente: el otro. Este otro acostumbra a ser una persona a quien no aceptamos, que no nos gusta como es, como piensa, como actúa. Le reprochamos y le reclamamos muchísimas cosas: que sea más cariñoso, que nos preste más atención, que nos escuche, que sea más comunicativo, que deje de hacer esto o aquello, que tenga ganas de compartir más cosas y quizás también que coincidan nuestros valores principales, cosa que en estos casos, es muy probable que no sea así.
Es injusto, ¿no crees? Que mantengamos una relación con otra persona a la que no aceptamos, que en realidad no nos gusta y que le estemos exigiendo continuamente (a través de nuestras quejas) ¿qué cambie?, ¿qué le pidamos que sea como nosotros queremos? Dicho de otro modo, que deje de ser quién es. ¿No os parece injusto?
Lo es, pero muchas veces, cuando esto pasa, no es tan fácil darse cuenta, tomar conciencia de que esto es justamente lo que estamos haciendo, con nuestra vida y con nuestra pareja.
Y caminamos, paso tras paso, por nuestro día a día, sin ver que no estamos viviendo. Estamos estancados en un punto muerto, obsesionados con el otro, con que cambie, con que aquello funcione algún día.
Creemos y gritamos a los cuatro vientos que lo que sentimos es un amor gigante hacia el otro, que le amamos tantísimo y este es el argumento que utilizamos para justificar `por qué no nos damos por vencidos y dejamos de luchar´
Os puedo asegurar que cuando uno vive una relación de este tipo, no es amor lo que siente, sino dependencia emocional.
En la mayoría de casos de Dependencia Emocional Afectiva, aparte de lo mencionado, hay otra característica muy común: el maltrato psicológico. La persona que sufre esta adicción al otro, empieza a permitir cosas, tratos, acciones, que por sus valores, creencias y personalidad, jamás aceptaría. Pero lo hace…generalmente por miedo a perderlo. Por temor a que el otro se sienta decepcionado y nos abandone. Y así cada vez permitimos más hasta que llega un punto en el que ya no sabemos ni como somos realmente. No nos conocemos pero tenemos claro que nosotros no somos así.
Y lo más duro es que aun así, a pesar de ver que no somos felices, que no nos gusta aquella persona, que no es lo que queremos, la más lejana idea de separarnos, de dejar aquella relación, nos aterroriza. No lo podemos ni imaginar.
De todas maneras si nos escuchamos, si nos permitimos conectar con lo que dice nuestra voz interior, podremos darnos cuenta, aunque sea en momentos puntuales, de cual es nuestra situación. De que necesitamos un cambio, de que aquello no puede continuar eternamente así, haciéndonos más daño el uno al otro, día tras día. El darnos cuenta, es un paso imprescindible para empezar a movernos, a modificar cosas. Y ya sabéis que la relación es un sistema, y cuando mueves una pieza en un sistema, todo el resto se modifica para reajustarse a la nueva forma. Y en consecuencia, surgen cambios.
En otro post hablaremos más concretamente de cómo romper con la adición afectiva.
A pesar de todo, os lo aseguro, se puede.
Se puede acabar realmente con una relación que ya hace mucho que acabó.
Se puede soltar esa persona, sin que nos pase nada grave, sino todo lo contrario.
Se puede volver a empezar, encontrando de nuevo nuestros sueños escondidos y dándoles un lugar preferente.
Se puede mirar hacia dentro sin miedo y sin cese, hasta volver a encontrarnos.
Puedes ser feliz caminando hacia tus objetivo, sintiéndote LIBRE y VOLVIENDO A SER TÚ MISMO.