El caso de Patricia: Nicolás decide dejar la relación
Patricia es una exitosa abogada que vive en Madrid desde hace muchos años. Mientras estudiaba la carrera, conoció a Nicolás en una fiesta. Estuvieron toda la noche hablando y desde el primer momento hubo una buena conexión entre ambos. Al despedirse, Nicolás le pidió quedar otro día, pero ella no tenía la cabeza para ninguna relación porque los estudios ocupaban la mayor parte de su tiempo. Aun así, él insistió y, al final, ella aceptó.
Durante los primeros meses siempre era él quien insistía. Muchas veces ella le decía que no podía quedar, y cuando se sentía mal por haberse negado demasiadas veces, aceptaba. No obstante, él no se rendía.
Nicolás había acabado la carrera de arquitectura y había empezado a trabajar hacía poco, en el mismo sitio donde había hecho las prácticas. Era feliz y se sentía realizado, pero le faltaba tener a alguien a su lado con quien compartir su vida. Y desde que conoció a Patricia tuvo claro que ella era la persona adecuada.
Así pasó un año, en el que Patricia fue cediendo poco a poco y tenía más ganas de verle. Empezaba a ser ella la que proponía encuentros y actividades y, finalmente, decidieron irse a vivir juntos. Ella era una chica muy femenina a la que le gustaba cuidar tanto su imagen como su interior, vigilando su alimentación y haciendo ejercicio. A Nicolás eso le encantaba y era algo que le atraía mucho de ella. De hecho, él era igual y hacía lo mismo.
Tras el primer año y medio de convivencia, que por cierto fue muy buena, ella empezó a tener cada vez más trabajo. Decidió crear su propio bufete porque vio que se le daba bien y ya había acumulado unos cuantos éxitos en varios juicios. Eso le había dado seguridad, y pensó que era el momento de lanzarse. Así lo hizo, y en seguida vio cómo el bufete empezaba a crecer cada vez más. Le encantaba su trabajo, era su vocación absoluta y no podía sentirse más realizada.
Lo que ocurrió es que en paralelo con el crecimiento de su empresa y el aumento de trabajo, Patricia empezó a distanciarse de Nicolás y de sí misma. Cada vez hablaban menos y cuando lo hacían, era ella la que hablaba de su trabajo, de sus casos y de sus proyectos laborales. Cuando él le explicaba algo, ni siquiera le escuchaba de verdad. Asentía, pero en realidad ella misma se daba cuenta de que no le estaba prestando atención. Se sentía mal por ello, pero no podía evitarlo, tenía demasiadas cosas en la cabeza y no lo podía parar. Él, evidentemente, se daba cuenta de ese distanciamiento emocional en la relación de pareja, pero intentaba tener paciencia. Se lo comentaba a veces a Patricia, pero a pesar de que ella le aseguraba que modificaría su manera de funcionar, nada cambiaba.
Al mismo tiempo, Patricia dejó de cuidarse como antes. Ya no iba al gimnasio (por falta de tiempo, según ella), comía mal y engordó quince kilos. Se quejaba de ello, iba de vez en cuando a hacerse masajes drenantes y empezó mil dietas, pero como seguía sin hacer ejercicio y dejaba de comer para luego comer el doble, nada le funcionaba. Su vida sexual también se fue apagando. No se sentía bien consigo misma y mermó su libido. Nicolás también notó cómo su deseo fue desapareciendo. Él era siempre el que intentaba hablarlo con ella, le mostraba señales de alarma, de atención, pero no servía de nada. Ella se sentía mal, pero no se planteaba dejar la relación; era como si estuviera segura de que él era la persona que quería a su lado y como si eso ya estuviera sentenciado y fuera permanente para siempre.
Un día, Nicolás le dijo que quería dejar la relación. Ya no la quería. Le dolía admitirlo. Si hubiera sabido cómo cambiar sus sentimientos, hubiera hecho todo lo posible por conseguirlo, pero eran los que eran y por mucho que se engañara no podía cambiarlos. A Patricia le cayó como un jarro de agua fría; no podía creérselo, pensó que era una broma o una llamada de atención. Pero Nicolás lo tenía claro.
Lo que ocurrió es que la vio tan mal que al final le planteó que necesitaba distanciarse, que se alejaran un tiempo para ver cómo se iba sintiendo. Le dijo que tal vez volverían a resurgir los sentimientos de antaño. Ella, ante esta posibilidad, pensó que no estaba todo perdido, que había posibilidades de reconducirlo. Tenía esperanzas, y con ellas se recuperó un poco. En realidad, él tenía claro que era el final, pero ella tenía la esperanza de que aquello no hubiera acabado.
Por parte de Nicolás no había otra mujer, lo cual daba a Patricia aún más motivos para pensar que no estaba todo perdido. Por otro lado, cada vez que ella le pedía que se vieran para ir a tomar algo, él le daba largas, le ponía alguna excusa y no quedaban. Cuando por fin se veían, ella tenía esperanzas de que pasara algo entre los dos, pero él se mostraba distante y poco afectuoso con ella. Los hechos le demostraban que ya no la amaba, pero no quería creerlo.
Perdió los quince kilos en seis meses y sin hacer ninguna dieta. Tenía ansiedad y no podía concentrarse en aquel trabajo que tanto le gustaba. Era como si, de golpe, lo único que le importara fuera retomar su relación con Nicolás, conseguir que aquello volviera a funcionar y ser lo que había sido. Sin embargo, no lo conseguía. Y cada vez estaba peor. Empezó a tomar ansiolíticos para dormir y para seguir enfrentándose a los juicios. Un día, en uno de ellos, le vino un ataque de ansiedad y tuvo que retirarse a medio juicio. Eso era ya demasiado y acabó pidiendo ayuda.
Patricia debía aceptar la realidad de lo que estaba sucediendo, de lo que Nicolás le decía más allá de sus palabras. En el fondo estaba siendo muy claro, pero ella, tal y como le pasa a la mayoría de la gente, hasta que no lo escuchara de su boca no quería aceptarlo.
Aprendió cuáles eran las señales que había percibido durante el año anterior a la ruptura. Esas señales que le indicaban que Nicolás no estaba bien: sus demandas de atención, sus intentos de comunicarse con ella de una manera honesta y profunda, su decepción cada vez que no lo conseguía, sus comentarios sobre el hecho de no sentirse deseado por ella y su falta de libido posterior. Aprender esto es lo que le ayudaría a evitar que volviera a pasar con otra persona. Tuvimos que trabajar el perdón hacia sí misma por no haberlo percibido, por no haberlo visto a tiempo y no haberlo podido evitar. Y, finalmente, trabajamos la aceptación para que pudiera soltar esa historia y dejarla atrás. Así fue como dejó de llamarle y de proponerle quedar, con lo que pudo comprobar que al no hacerlo ella, él tampoco lo hacía.
Poco a poco, Patricia se fue recuperando a sí misma. El proceso de crecimiento junto con la pasión que sentía por su trabajo hicieron que saliera de aquel pozo de oscuridad en el que había quedado atrapada durante demasiado tiempo.