El arte de pensar
Decía Aristóteles que todas las personas deberían esforzarse por seguir lo que para ellos es correcto, lo que tiene sentido de verdad y no lo que está establecido.
¿Os habéis dado cuenta que la mayoría de personas simplemente hacen lo que se espera de ellos, lo que marcan las costumbres o lo que hacen los demás? ¿Por qué? ¿Por qué es “lo normal”? ¿Para no generar conflictos? ¿Para no ser juzgados, criticados o señalados con el dedo por ser diferentes?
Será un defecto profesional, pero no puedo evitar observar las conductas humanas, y jamás ha dejado de sorprenderme que la mayoría de personas funcionen así. Es como si no pensaran. Como si los hubieran programado de una manera determinada, con el programa “de serie” y por comodidad, o por no hacer ningún esfuerzo, se dejaran llevar.
Son como ovejas, que van en manada hacia el camino que se les ha marcado previamente. Y ni se les ocurre que pueden cambiar. Incluso si les propones un cambio se sobresaltan y te miran como si no fueras “normal”.
Y si nos centramos en nuestra sociedad llena de “fechas señaladas”, cada una de las cuales lleva implícita una acción consumista, la persona que no esté de acuerdo con ello puede que se sienta de lo más incomprendida.
Me gustaría creer que puedo aportar mi granito de arena para ayudar a la gente a pensar, a hacerse preguntas, ayudar a replantear muchos aspectos de sus vidas, a redefinir sus caminos y sus objetivos, su manera de funcionar y de vivir.
Siempre insisto en que la conciencia es la llave maestra. Es el requisito indispensable para cualquier cambio. Cuando miramos hacia nuestro interior y tomamos conciencia es cuando nos damos cuenta de lo que hay y sobre todo, de que PODEMOS ELEGIR.
Podemos elegir seguir lo que está establecido, pero también podemos elegir no hacerlo, y sentir que es igualmente correcto.
Y me gustaría pensar que cuando ELEGIMOS, lo hacemos después de haber PENSADO, después de haber reflexionado sobre las opciones que tenemos. Después de haber RAZONADO el por qué de nuestra decisión.
Te propongo un ejercicio muy simple, cada vez que hagas algo en tu vida, pregúntate estas dos cuestiones:
¿Por qué hago ésto?
¿Por qué lo hago así?
Al responderte te darás cuenta de si lo haces por alguna razón importante para ti o si lo estás haciendo por los demás. En este último caso, te animo a que experimentes qué es lo que pasa cuando haces lo que sientes de verdad, más allá de lo que que se espere de ti…