El caso de Arlet
Recuerdo el caso de Arlet, una chica que llamó pidiendo hora. Nos insistió hasta la saciedad para que la atendiera ese mismo día.
Solo vino una vez, pero creo que no voy a olvidarla, por ser uno de los casos más graves que he visto. Era una mujer maltratada física y psicológicamente de manera muy exagerada. Los insultos, los golpes, las humillaciones, las vejaciones, los menosprecios, etc., la habían llevado a tomar ansiolíticos y antidepresivos en cantidades cada vez mayores, y a sufrir problemas digestivos graves. Ella no entendía por qué le pasaba todo aquello.
De hecho, ella no entendía nada. Su urgencia al pedir la cita era porque su pareja la amenazaba con dejarla si ella no cambiaba: le exigía que aprendiera a cocinar «bien» para él, que no llorara por los rincones como si fuera «tonta», que dejara de ser tan «débil» como era, que no le pusiera nervioso pidiéndole un poco más de cariño y que le dejara en paz si él no quería tener relaciones sexuales con ella (añadiendo además que quizás era porque ya le satisfacían otras personas, aunque ella esto «tenía clarísimo» que no era cierto), etc.
Solo quería ser mejor para poder estar bien con él, o dicho de otra forma, lo que me pedía era un «manual práctico y rápido para acabar de renunciar de manera definitiva e irreversible a lo poquísimo que quedaba ya de ella».
Cuando yo intentaba hablarle, si ella identificaba que el contenido de mis palabras no encajaba con ese manual que andaba buscando, ni me escuchaba. Me cortaba y me seguía explicando todo lo que ella hacía mal, lo poca cosa y lo débil que era, lo inútil que se sentía y que, por todo estos motivos, era muy normal que él se estuviera hartando de ella. Necesitaba ayuda para que alguien le enseñara a ser mejor y así sentir que le merecía un poco.
Me dejó el alma partida. Sus amigas le habían dicho que no le serviría de nada pedir ayuda porque no escuchaba a nadie. Y era realmente así. Hasta que ella no lo decida, hasta que no toque fondo y esté preparada para enfrentarse a lo que está viviendo, no va a hacer ningún cambio, porque no acepta lo que hay. Quizá tenga «suerte» y él se vaya, pero lo hará por «no aguantarla más», y eso la dejará aún más destrozada. Aunque entonces por fin tendrá la oportunidad de recuperarse a sí misma.
Con todo, un maltratador de ese tipo, cuando tiene una presa tan hecha a su medida, no la suelta así como así.
Saben cómo retener a la otra persona para hacerle creer que la quieren y que se sienta importante para ellos y decida quedarse sin dudarlo.
Vivir una realidad así es igual que estar en el mismo infierno, peor que estar muerto en vida, pero lo más triste es pensar la cantidad de Arlets que hay por el mundo.