El caso de Sonia – dependencia emocional

Sonia miraba por la ventana y sus pensamientos se fugaban veloces, igual que el paisaje que el tren, con su velocidad, iba dejando atrás. Cerraba los ojos de vez en cuando y sin mirar, observaba de lejos su pasado. ¿Dónde había empezado todo? ¿Cómo había llegado hasta allí?
Sonia era una persona con una historia parecida a la de muchas otras personas. Nació en una familia disfuncional. Su padre era alcohólico y jamás lo reconoció. Ella tuvo que presenciar gritos, malos tratos, faltas de respeto y demasiados golpes, cada vez que había bebido demasiado. Su madre, una mujer sumisa, entregada y demasiado buena, lo había permitido todo. No evitó siquiera que el padre las golpeara a ella y a su hermana pequeña. Se quedaba llorando y gritando pero no hacía nada.
Cuando pudo, a los 16 años Sonia se fue de allí. Conoció a Jaime porque él se fijó en ella y pronto empezaron su relación. Al principio a ella no le gustaba. No le gustaba físicamente y lo veía demasiado cerrado, demasiado frío, demasiado obsesivo y en poco tiempo demasiado celoso y demasiado controlador.
Pero Sonia no veía ninguna otra opción mejor que aquella.
Pasó el tiempo y un día se dio cuenta que Jaime bebía demasiado. Cuando bebía se ponía agresivo, levantaba la voz y perdía la razón. No se podía hablar con él o por lo menos no podía llevarle la contraria. De hacerlo, él se enfadaba muchísimo, hasta un punto que a ella le daba miedo. Y un día pasó. Un día ella estaba cansada y no quería darle la razón y él le acabó pegando un empujón muy fuerte contra la pared. Después le pidió perdón, pero volvió a pasar…
Su historia sigue como siguen tantas historias de personas que sufren malos tratos, pero la pregunta que se hace mucha gente es ¿Por qué, habiendo vivido aquello en su casa durante su infancia, Sonia permite que se lo vuelvan a hacer? ¿Es casualidad que se repita de nuevo la misma vivencia que ya conoció una vez? No quería aquello, escapó de allí para evitarlo…¿y ahora volvía a encontrarse igual?
La realidad es que con este y otros muchos casos, acostumbramos a repetir o reproducir aquello que conocemos. No es que sea magia, ni casualidad. Probablemente Jaime tenía alguna característica en común que el padre de Sonia, seguro que había algo en él que le recordaba a su padre, conscientemente o no. Por eso se quedó con él, porque algo le era familiar, a pesar de que fuera algo que ni siquiera le gustaba.
A partir de allí, sucedió lo que también es muy habitual. La dificultad a la hora de poner límites, venía provocada por su propia historia: los golpes, los insultos, la falta de comunicación…No le gustaba, no lo quería, pero tenia miedo a quedarse sin aquello porque aquello era lo único que conocía, lo único que le era familiar. Aunque sea tóxico, nos sentimos “cómodos” con lo que conocemos, y al mismo tiempo tenemos mucho miedo a perderlo porque no sabemos qué es lo que va a venir después. No hemos conocido lo bueno, lo sano y lo fácil y no podemos ni imaginarnos que eso es posible. Pero lo es, siempre hay algo mejor cuando no estamos bien, cuando no somos felices y cuando sufrimos más que otra cosa.
Sonia llegó un momento en el que tocó fondo, afortunadamente tenía amigas que le hicieron a ver que aquello no podía seguir de esa forma y que tenia que pedir ayuda. Al final, con terapia y mejorando su autoestima, decidió irse de allí. Decidió agarrarse a las fuerzas que le quedaban y marcharse sin más. Iría a vivir con su hermana en otra ciudad, lejos de toda aquella historia. Su historia triste y dura como la de tantas otras personas que se sienten perdidas, atrapadas y destruidas pero que no se dan por vencidas.
Cambiar nuestro rumbo siempre es posible. Debemos: tomar conciencia, cambiar los deseos por decisiones y pasar a la acción.
La recompensa, siempre vale la pena.