El final inacabado de Raquel
Raquel empezó una relación con Pablo siendo muy joven. Fue su primera pareja, y al año ya se habían casado y comprado una casa. A los dos años, nacía su primer hijo, y un año más tarde tenían el segundo. Ella lo hacía todo en casa y además trabajaba de encargada en una tienda. Él tenía un negocio al que se dedicaba a tiempo completo. Según Raquel, eran muy felices.
Un día, él le dijo que había perdido la cabeza por la camarera del bar al que iba a comer de vez en cuando. A Raquel se le vino el mundo encima. No podía ni plantearse su vida sin Pablo. Aunque fuera ella la que se hacía cargo de casi todo, solo veía lo que iba a perder si él la dejaba, y magnificaba las pocas cosas de las que su marido se encargaba (reparaciones, bancos y algunas facturas). Aparte de sentirse sola y vacía, pensaba que no iba a ser capaz de seguir adelante sin su apoyo. Al sobrevalorar esas cosas que él hacía en la relación, ella se sentía cuidada, protegida y segura. Su padre la hacía sentir igual cuando era pequeña, también era un hombre muy resolutivo, y por eso Raquel aún sentía más apego hacia Pablo.
Con el trabajo que hicimos, pronto empezó a conectar con su dignidad personal, y al ver que Pablo no cambiaba de opinión y que quería estar con la otra chica, decidió que se fuera de casa. A pesar de sentirse muy culpable (Pablo no paraba de repetir a Raquel que era maravillosa y que sabía que era la mujer de su vida, pero que deseaba vivir esa experiencia), lo hizo sin problema.
Con todo, él no dejó de aparecer de forma continua y constante en su vida. Estaba claro que tenían hijos en común y el contacto entre ellos era imprescindible, pero no de aquella manera. Él seguía jugando su papel de protector y cuidador de las necesidades de ella, incluso cuando ella tenía que llevar su coche a revisión, le llamaba y se lo llevaba él. Le llenaba cada día el buzón del móvil de mensajes innecesarios. Ella aún le quería y por una parte le encantaba recibirlos, sobre todo porque la mayoría eran halagos, pero por otra parte, cuando se acordaba de que no estaban juntos porque él estaba con otra chica, sentía una rabia incontrolable mezclada con una tristeza que la desgarraba.
Pasaron los meses y ella conoció a Moisés. Un chico que la quería mucho, pero que no era nada resolutivo. No tenía trabajo y vivía aún con sus padres. Tenía muchas cualidades, pero no esas que Raquel valoraba especialmente de Pablo, y además era justo lo opuesto a su expareja. Raquel empezó a compararlos y a ver negativamente a Pablo, pero, por otro lado, seguía contactando y pidiéndole ayuda cada vez que tenía algún contratiempo. Pablo estaba encantado, porque se sentía importante, que ella le necesitaba (aunque seguía con la otra chica).
Durante las sesiones, Raquel se dio cuenta de que seguía enganchada emocionalmente a Pablo porque aún pensaba que le necesitaba. Continuaba otorgándole ese rol cuando en realidad no hacía ninguna falta. Estaba claro que Moisés no era la persona adecuada para ella, porque no encajaba en la mayoría de sus valores, pero le eligió porque le daba lo que Pablo le había quitado: cariño, hacerla sentir importante, deseada, bonita, etc.
Cuando comprendió su problema y empezó a cortar el contacto con Pablo, al principio a este le costó asumirlo, poco a poco la seguridad de Raquel fue mejorando muchísimo. Al tomar distancia y dejar de depender de él en todo, incluso la ascendieron en su trabajo y empezó a cobrar bastante más. Notó muchos cambios en su vida y acabó dejando a Moisés, porque comprendió que era ella la que tenía que darse aquellos ingredientes, y a partir de sentirse completa por sí misma, sabía que elegiría correctamente a la persona adecuada.