Lo que piensas = Lo que vives
Sara tenía una pasión: bailar salsa. Le encantaba. Me explicaba que cuando bailaba, se sentía completamente llena y feliz. Durante los minutos que duraba la canción, sentía que no le faltaba nada más, que lo tenía todo.
Después de un proceso de 8 o 9 sesiones conmigo, había conseguido dejar atrás una relación muy dañina en la que fue maltratada psicológicamente por su pareja y a raíz de una fuerte dependencia emocional con él, le había costado mucho salir. Por el camino, perdió sus amigos y se dio cuenta de que estaba sola. Fue entonces, cuando le recomendé que se apuntara a clases de salsa. Lo hago a menudo, porque creo profundamente (y por experiencia) en todo lo positivo que nos aporta ir a bailar salsa. Es una actividad social, nos obliga a relacionarnos con gente, la música nos transmite alegría, es un reto al ir aprendiendo y queriendo saber siempre un poco más y es un deporte, con lo cual, psicológicamente es más que positivo.
En definitiva, es muy recomendable cuando en nuestra vida sentimos que estamos en un punto de “volver a empezar”.
Pues bien, Sara así lo hizo y tal y como suele pasar, le fue fantástico. Hizo nuevos amigos y bailaba cada día mejor con lo que se iba sintiendo más segura.
Aún así, debido a todo lo que había vivido, la Autoestima de Sara no era muy alta y se acabó reflejando también en su nueva afición. Y vino a verme de nuevo.
¿Cómo le afectaba su falta de autoestima?
Su falta de autoestima le afectaba a la hora de bailar. Empezó a sentirse insegura. A fijarse en las otras chicas que, según su criterio, bailaban mejor que ella y sin darse cuenta, se fue encerrando en si misma. Me explicaba que los chicos no la sacaban a bailar como antes, y cuando lo hacían, ella se ponía muy nerviosa pensando en no equivocarse, con lo cual no se dejaba llevar y el baile resultaba ser un desastre.
¿Qué pasaba?
La verdad es que le costó bastante comprender qué era lo que estaba pasando. Le costó comprender que era ella, la que estaba creando todo aquello. Los cambios provenían de su cabeza, de sus pensamientos y no de una pérdida de habilidad para el baile.
Sara ya no disfrutaba porque su cabeza se llenaba de pensamientos negativos y premonitorios de lo que iba a suceder. Si su cabeza le decía: “fíjate bien, no te vayas a equivocar, piensa que éste chico sabe mucho y acaba de bailar con ésta otra chica que dicen que se mueve muy suave, etc…” ¿Cómo puede alguien relajarse y disfrutar del baile con esos pensamientos intimidatorios y juiciosos dando vueltas en su cabeza? ¡De ninguna manera!! Eso no es posible.
¿Qué hacer?
Para mi, la regla de oro es eliminar los juicios internos. Son uno de los ingredientes más tóxicos y dañinos que habitan en nuestra cabeza. En primer lugar debemos identificarlos, enfocarlos para que salgan a la luz de nuestra consciencia y después transformarlos en pensamientos potenciadores y positivos. Debemos apostar por los pensamientos sanos que nos hacen crecer y ser felices, y eliminar todo lo demás que solo nos perjudica.
Al cabo de un mes, Sara vino a verme y me dijo que había recuperado el placer por bailar. Había comprobado que al cambiar sus pensamientos y su actitud, al darse cuenta de que era ella la que generaba el distanciamiento de los demás, todo había cambiado. Bailaba casi todas las canciones, se relajaba y todos los chicos le decían cuanto estaba mejorando.
Su autoestima había subido y se sentía segura de nuevo.
Sara, era feliz.