Los polos opuestos, no funcionan
Todos hemos escuchado alguna vez, que los polos opuestos se atraen. Pues bien, a mi me gustaría cambiar esa idea por la de “los polos opuestos, no funcionan”. De hecho, así lo demuestran los estudios y nuestra propia experiencia.
Es posible que cuando conocemos a alguien, empecemos a admirarlo porque tiene características que valoramos mucho en el otro y de las que quizás sentimos que nosotros carecemos. Pero hay que vigilar porque a menudo empezamos a apegarnos a los déficits. A sentir que el otro “me completa”, y eso es muy peligroso. Como sabéis nos puede llevar a una dependencia emocional.
Aun así, a pesar de lo que nos atraiga o no del otro, hay que ver si encaja con mis principios vitales más importantes. Aunque estemos en plena fase de enamoramiento, debemos tomarnos nuestro tiempo para pensar. Para valorar, para analizar. Hay que buscar las semejanzas (y no al contrario), puesto que las personas opuestas, acostumbran a terminar mal. Así lo demuestran los estudios realizados al respecto.
Hay que tener una visión del mundo similar, ser semejantes en lo básico, en la manera de pensar y de sentir.
Si a uno le gustan los musicales y al otro no, no pasa nada. Pero si los dos piensan de manera opuesta sobre el compromiso en la relación o las estrategias para educar a los hijos…¿qué pasará?
Si no comparten los mismos placeres a la hora de ocupar su tiempo libre…¿qué pasará?
Si a uno le encanta viajar y el otro nunca quiere (por miedo al avión, porque no quiere gastar o porque no le da la gana)…¿qué pasará?
Si no comparten los mismos placeres a la hora de ocupar su tiempo libre…¿qué pasará?
Si a uno le encanta viajar y el otro nunca quiere (por miedo al avión, porque no quiere gastar o porque no le da la gana)…¿qué pasará?
Está claro que si van pasando los meses y no hay semejanzas, la relación empieza a deteriorarse y a volverse tóxica. Y lo que hay que tener en cuenta es que cuando dos son opuestos, no hay nada que hacer. Uno es como es, le gusta lo que le gusta y no le gusta lo que no le gusta. Tiene sus principios, sus valores, y su enfoque de la vida.
¿Se puede cambiar?
Podemos cambiar nuestra manera de pensar sobre algunas cosas pero solamente si sigue encajando con nuestra visión del mundo.
De no ser así, aceptar aquello implicaría dejar de ser nosotros mismos, y eso puede ser de lo más perjudicial.
Si mi pareja es semejante a mí en lo más importante, nuestra relación va a ser fácil, constructiva, y si los dos nos implicamos por igual puede ser duradera y auténtica.
Si somos opuestos, vamos a vivir en un calvario, en el que:
–Sufriremos: tendremos discusiones repetitivas, siempre de los mismos temas y en las que sentiremos que no avanzamos, que no se solucionan nunca, que siempre estamos en el mismo punto. La manera de ser del otro nos generará siempre mucho malestar porque no encaja con la nuestra.
–Perderemos la libertad: al ver que vamos hacia direcciones diferentes, siempre hay uno que decide ir hacia donde va el otro para así poder “encontrarse” de vez en cuando. Esto a su vez, implica el siguiente punto.
–Dejaremos de ser lo que somos para amoldarnos al otro.
¿Creéis que vale la pena?