No permitas que se ría de ti

“Llevamos cinco años juntos a escondidas. Nos amamos, aunque él ya me ha dicho que no quiere dejar a su mujer por mí. Le dije que no podía seguir así y que lo dejáramos, pero ahora él pasa cada día por delante de mi trabajo…”

Esta es la frase que me decía un día Marga, rota de dolor, tratando de ayudarme a comprender el sufrimiento que estaba experimentando. La primera respuesta que en esos casos a mí me viene a la cabeza es algo así como:

– ¿Ah sí? ¿Pasa cada día por delante de tu trabajo? Ay, pobrecito, debe estar pasándolo fatal ¿no?

No recuerdo si lo verbalicé o no, pero es probable que sí. Yo cuando hago esto, no es porque yo sea alguien cruel ni que no sea capaz de empatizar con mi paciente, nada más lejos de la realidad. Lo que ocurre es que quien vive la experiencia de Marga, necesita ayuda para salir del bucle en el que está metida. Un bucle en el que se ven las cosas desde dentro, estamos contaminados por falsas esperanzas e ilusiones absurdas y vacías que jamás se harán realidad.

No queremos aceptarlo, porque entonces esos cinco años (que a veces pueden ser 3, 8 o 10) representa que han sido tirados y no nos han llevado a ninguna parte y aceptar eso aún duele más.

La vida y las puertas que se nos abren

Pero, al fin y al cabo, se trata de aprender. La vida es como un viaje en el que vamos encontrando puertas a lo largo del camino. Ella nos pone las puertas, pero somos nosotros quienes decidimos cuáles abrimos y cuáles cruzamos, así como aquellas de las que decidimos pasar de largo. Con cada decisión, deberemos enfrentarnos a unas consecuencias determinadas. Y en función de nuestro nivel de conciencia y de lo conectados que estemos con nuestra intuición, en muchísimas ocasiones ya podemos imaginar qué es lo más probable que ocurra detrás de cada puerta. En otras no, pero en muchas sí. Debemos aprender a escucharnos.

Pero la cuestión es que ahí estaba Marga, sintiendo dolor, porque le había dicho a “su chico” que no quería seguir en la relación porque él no quería dejar a su mujer (a la que supuestamente no quería). Ahí estaba Marga sufriendo al ver el dolor que le mostraba él al pasar cada día por delante de su trabajo. Estaba claro que ella decidía interpretar esa conducta como que lo pasaba tan mal y la echaba tanto de menos, que no podía evitar pasar por ahí y así tenerla cerca. Y algunos pensaréis, ¡qué romántico!, ¿verdad?.

¿Sufrimiento o egoísmo?

Pues a mí, honestamente, me parece una conducta de lo más patética. ¿Qué ocurriría si Marga empezara a pensar que él pasa por ahí cada día para reírse de ella? No quiere estar con ella y además, en realidad, ni siquiera la ama, ya que el amor siempre va de la mano de la bondad y la compasión y si sabe que ella quiere estar con él y que se ha visto obligada a dejar la relación por no poder tenerle, él lo último que debería hacer es pasar por allí porque sabrá que así ella sufrirá más. Al pasar por allí está mostrando como es en verdad: un tipo absolutamente egoísta que solo es capaz de mirarse a sí mismo, que solo mira por lo que él quiere y quiere tener todo lo que se le antoja. Su posición social, su familia para guardar las apariencias y que nadie le señale con el dedo, pero luego para desahogarse y olvidarse de que su vida no le satisface quiere a Marga para que le distraiga un poco y así pueda evadirse de lo demás. Qué buen plan, ¿verdad?

Pues, querida Marga, o Elena, o Juan, o Anselmo, o Idoia, o quien seas… en ese tipo de situaciones debemos poner todo nuestro empeño en dejar de autoengañarnos lo antes posible, recuperar lo que nos queda de dignidad y decidir que ya hemos invertido suficiente tiempo en algo y alguien que no vale la pena y que no queremos más en nuestra vida. Sin quedar atrapados en la víctima. Tratando de aprender para crecer, fortalecernos, ser más conscientes y así, ser felices de verdad.

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