Noelia, por fin despertó
Noelia se despertó de golpe. Eran las 3 de la madrugada y sentía unas fuertes palpitaciones que le amartillaban el pecho, como si fueran a perforarlo. Estaba sudando y miró a Martín, que seguía durmiendo a su lado. No podía más y empezó a llorar desconsoladamente. Sentía que su llanto nacía en lo más profundo de sus entrañas, sentía como le estrangulaba el estómago, los pulmones, el esófago…sentía que no podía aguantar más aquella situación. Pero por otro lado… ¿Qué hacer? ¿Cómo salir de esa terrible y oscura encrucijada, de ese laberinto del terror en el que desde hacía tantos meses (quizá años) estaba atrapada?
Se levantó de la cama, cogió su portátil y se fue al comedor. Sentada en el sofá sobre sus pies, tenía un objetivo firme en su mente: saber qué le estaba pasando, encontrar alguien que pudiera ayudarla, un “algo” a lo que agarrarse, un poco de aliento, de esperanza, de luz….
Noelia me explicó que fue en ese momento cuando encontró mi web, entró en el blog, y perdió la noción del tiempo cuando empezó a leer artículos que, según ella, “describían su propia vida y lo que le estaba sucediendo”.
Ella era feliz en su matrimonio, con sus hijos, con la familia que había construido. Se sentía feliz cuando Rafael irrumpió en su vida como un látigo que golpea con fuerza asegurándose de que llega hasta el fondo.
Empezó acercándose sigilosamente, con excusas sobre el trabajo, haciéndose el interesado en ella y en su bienestar y seguidamente con palabras bonitas, complacientes, de las que a todos nos gusta escuchar y que no escuchamos muy a menudo. “Qué guapa que estás”, “Que bonito te queda este jersey”, “Es que me encanta hablar contigo”, “Contigo siento que me entiendo, se me pasan las horas volando” …
Noelia sin darse cuenta estaba siendo víctima de una especie de enamoramiento inducido. Él le confesó que se había enamorado de ella y allí ya no se pudo resistir y ella también le confesó que sentía lo mismo. ¡Qué bello es sentirse enamorado!
Ella se iba implicando más. Nunca pasó nada físico porque él estaba casado y ella también, aunque ella ya se planteaba dejar a Martín ya que lo que sentía era demasiado fuerte como para poder controlarlo. No obstante, pasados casi 10 meses de ese idilio a escondidas, cuando Rafael fue consciente de las intenciones de Noelia, se apresuró en hacerle saber que él no podía dejar a su mujer por sus hijos. La excusa perfecta de la persona cobarde que solo busca un pasatiempo que le haga olvidarse de lo patética que es la relación de pareja que mantiene y de la que no tiene agallas de alejarse. Los hijos, pobres los hijos. Ellos, siempre inocentes, son víctimas de un máster en desamor enfermizo, con asignaturas obligatorias de dependencia emocional. Eso mismo van a reproducir el día de mañana porque quedarán fuertemente programados para ello..
No obstante, al tiempo de expresarle a Noelia que no “podía” (una manera más elegante de decir que no “quería”) separarse ahora, le suplicó que no dejaran de ser “amigos” para así retenerla en ese vínculo tan destructivo porque a él le convenía. Él la escribía a todas horas, por la mañana, por la noche, le exigía explicaciones, lo que había hecho, lo que pensaba hacer. Si ella intentaba alejarse no se lo permitía con un simple numerito de hacerse la víctima, el pobrecito que no podía imaginarse estar sin ella cerca, debido al gran amor que sentía hacia ella. ¿¿¿Amor????
Solo la utilizaba para desahogarse de su mísera vida. Solo le hablaba mal de su mujer, de su vida, de sus obligaciones, como una oveja pusilánime que no hace nada más que quejarse y quejarse sin tener la más mínima intención de hacer nada para cambiar aquella situación. Ella estaba totalmente manipulada. Con todo ese proceso, perdió 9 kilos (que no le sobraban por ningún lado), tuvo cinco ataques de ansiedad y su matrimonio empezó a resentirse.
Martín le preguntaba si había alguien más, pero ella no era capaz de explicarle lo que le ocurría. Tenía demasiado miedo a perderle. No podía cortar aquello con Rafael, pero era consciente de que siempre había sido feliz con Martín. No sabía cómo salir de allí. Y fue esa noche al despertarse y decidir buscar ayuda cuando encontró la respuesta. Al verse reflejada y totalmente descrita en ese artículo que yo había publicado hacía unos meses en mi blog, supo que padecía dependencia emocional. Apenas le quedaba autoestima, por no hablar de su dignidad, pero algo en ella la empujaba a buscar ese aliento de vida, esa esperanza en que aquella pesadilla escondía alguna salida.
Sufrió mucho. Las primeras sesiones las destinamos a fortalecer su autoestima, a que recuperara poco a poco la conciencia de lo que le había ocurrido. Todas sus frases empezaban por “Es que él dice…” y yo no me cansaba de decirle que no me interesaba lo más mínimo lo que él dijera. Me interesaba que se diera cuenta de lo que él hacía. Ya sabéis mi lema, tápate los oídos y mira, solo sus actos le expresaban lo que ocurría y cuáles eran sus intenciones.
Tras fortalecerse logró pedir un cambio en el trabajo que implicaba no verle tanto y al final, lo bloqueó un día desde la consulta. Se sintió muy feliz al hacerlo, Se daba cuenta de que poco a poco, estaba recuperando su poder, estaba tomando sus decisiones y empezaba a escuchar su propia voz. Ya no quería más de eso, de esa relación falsa, manipulada y absurdamente esperanzadora. Se soltó sin mirar atrás ni hacia los lados. Se soltó porque estaba cansada de mentiras, de autoengaños, de idealizaciones mentales, de sentirse culpable, perdida y vacía. Se soltó porque quería encontrarse, abrazarse, perdonarse. Se soltó, y al soltarse se desprendió de todas las lágrimas, de toda la angustia, de todas las mentiras, de toda esa inerte oscuridad.
No sabía qué pasaría con Martín, quien a pesar de todo, seguía a su lado. Pero pasara lo que pasara, se había recuperado a sí misma. Noelia volvía a reír, a sentir alegría, a ilusionarse, volvía a ver colores a su alrededor. Colores que se habían impuesto encima de ese gris oscuro que poblaba su vida debido a una historia que sin duda no se iba a repetir.
Y por fin ese último día, cuando Noelia entró en mi despacho, volvía a brillar.