¿Puede el amor sobrevivir a un Tsunami?
¿Puede el amor sobrevivir a un tsunami? ¿Pueden el cariño, el respeto, la madurez y la empatía más honesta y profunda mantener vivo un amor que ha estado brutalmente herido?
Si algo me han enseñado (y me siguen enseñando) todos estos años de trabajo con cientos de pacientes es que si la herida o la enfermedad no es mortal, sí que podemos acabar con ella y sobrevivir y rebrotar y volver a florecer con más y más fuerza de la que habíamos sentido nunca antes.
Hay ocasiones en las que dos corazones no se encuentran en el mejor momento. Cargamos mochilas llenas de historias tristes, escondemos heridas que aún no están curadas y nuestros recuerdos pasados no nos dejan en paz. Intentamos reconstruirnos y allí, sin buscarlo ni esperarlo aparece el amor. Golpea tímidamente la ventana de nuestros latidos y nos agita justo cuando parecía que empezábamos a sentir paz.
Nadie elige cuando se enamora, de qué manera, ni de quién. Aun así, si el momento no es el correcto, junto a esos envidiables momentos de seguridad y confort, pueden aparecer sombras disfrazadas de dudas que no nos dejan vivir ese momento desde el bienestar.
¿Estaré sintiendo lo que debo sentir? Otras veces he sentido mucho más, ¿será que no siento suficiente? ¿Tal vez esto no es un enamoramiento real? ¿Debería irme?
Pero junto con las dudas, si lo analizamos desde la razón, no queremos perder esa persona, ya que encaja con lo que buscamos y nos aporta calma, templanza y paz. También hay cosas que no nos gustan tanto pero la pregunta es, ¿podemos hablarlas? ¿Puedo expresarle lo que no me gusta, me entristece o me molesta? Si no puedo (ya sea porque se enfada, porque me dice que es una tontería o porque simplemente no me entiende), eso será una herida mortal y no habrá nada que hacer. Duraremos más o duraremos menos pero iremos de cabeza hacia la infelicidad más absurda y esclavizante.
Pero si sentimos que hablamos el mismo idioma, que nos expresamos y nos entendemos, que tras nuestras conversaciones nos sentimos reconfortados ya que resolvemos enigmas que no vuelven a surgir, entonces nos iremos acercando más y más.
Aun así, puede que avancemos con cautela y que no nos permitamos soltarnos completamente. Puede que no nos entreguemos al otro de manera abierta y confiada. ¿Miedo? Tal vez. Y tal vez puede ser que esa distancia aparentemente incontrolada acabe produciendo heridas profundas…pero puede que no sean mortales.
Puede que aparezca alguien más que vuelva a sacudir nuestros latidos y que nuestra sangre se agite y nuestro cuerpo vibre y nos pida más. Pero esas historias acostumbran a ser paraísos inventados, oasis imaginados a medida, pero que cuando te acercas un poco más desaparecen y nos dejan sumidos en el más profundo de los vacíos.
A veces no nos encontramos en el mejor momento para ambos. Pero a veces, si nuestra herida no es mortal podemos volver a encontrarnos, después del tsunami y que nos demos cuentas que somos dos supervivientes con ganas de vivir y de vibrar.
A veces una infidelidad nos obliga a detenernos y a sumergirnos allí donde más nos dolía, a enfrentarnos a nuestros propios miedos, deshaciendo aquellas sombras oscuras y derritiendo los viejos fantasmas a los que ya no queremos alimentar.
Y si lo hacemos juntos, de la mano, mirando hacia una misma dirección y avanzando con pasos firmes, sinceros y maduros, podemos llegar a sentir el amor que tras recuperarse de aquella oscura agonía, vuelve de nuevo a vibrar.