Cómo no pedir disculpas

Pedir perdón es el primer paso para reparar una situación en la que hemos hecho daño al otro. Es una manera de mostrar arrepentimiento, y verbalizarlo es como empezamos a hacernos responsables de nuestros actos. Sin embargo, hay disculpas sinceras y disculpas que no son del todo reparadoras, sino que puede que, incluso, hagan más grande el problema.
¿Quieres saber qué no se debe hacer al pedir disculpas?
Te dejo unos ejemplos de cosas que no debes hacer al pedir disculpas… ¡y que tampoco deberías permitir que te hagan a ti!
- El gran “pero”. Una disculpa sincera, que realmente quiera reparar, no incluye un “pero” que nos justifique. Por ejemplo: “Siento mucho si te grité pero estaba muy culpa en ese momento”, o “perdón por haberte mentido, pero es que sabía que ibas a enfadar”.
Claro que tu comportamiento tiene una explicación, y puede que tal vez haya algún momento para darla, pero la mayoría de las veces, si pides disculpas justificándote estás esquivando la responsabilidad.
- La culpa: cuando uno se disculpa está hablando de lo que ha hecho, no de lo que le ha llevado a hacerlo. Por ejemplo “Siento haber gritado tanto, si me hubieras dejado hablar no habría tenido que levantar la voz”. (¿Cómo? ¿Entonces, si la culpa es del otro, por qué te disculpas?). Puede que esté mal que el otro no te haya dejado hablar, pero eso no justifica tus gritos. Discúlpate por tu comportamiento y responsabilízate de tu reacción, y luego ya puedes hablar y expresar que tú también necesitas un espacio donde hablar. No vale pedir perdón pero echarle la culpa al otro.
- Invalidar a la otra persona: pedir perdón acusando a la otra persona de ser demasiado sensible, o de tomarse las cosas mal.
¿Quién dice que exagera o que es demasiado sensible? ¿Tú? ¿No puede ser que el que exagere en sus modales o en sus bromas seas tú? ¿Es que tú decides dónde están los límites de la otra persona? Cada uno tiene derecho a sentir como siente, y si no te gusta, tienes todo el derecho de alejarte de esa persona, pero no puedes pretender que viva o sienta según tu nivel de tolerancia.
- Ser condescendiente: Decirle que exagera, o que no crees que haga falta una disculpa.
Para empezar, si de verdad no crees que tengas que pedir disculpas, no lo hagas, ya tomará medidas la otra persona (y tú también). Pero no digas que no tienes que hacerlo y lo hagas intentando hacer sentir mal al otro. Solo es una manera sutil de intentar preservar tu orgullo.
- Victimismo: a veces, para esconder la vergüenza que nos da habernos equivocado, exageramos las disculpas para acabar convirtiéndonos en las víctimas. Por ejemplo “lo siento, qué mala soy, siempre lo hago todo mal, soy la peor del mundo”. Esto es una manera de manipular que no ayuda nada a reparar el problema.
- Ser impreciso, ambigüo o confuso: para disculparse hay que hablar de lo que ha pasado. Aunque solo sea una frase, hay que hacerse cargo con las palabras, con el tono de voz, con el gesto, la mirada, el cuerpo… no vale pedir perdón a gritos, ni disculparse sin mirar a la cara. Tampoco decir “bueno, vale, lo siento pero dejémoslo ya”; y obligar a la otra persona a cambiar de tema. No hace falta regodearse, puede ser una disculpa rápida y sencilla, pero hace falta estar dispuesto a abordar el tema y a reconocer con franqueza que entiendes que la otra persona se ha sentido agraviada y que aceptas tu cargo de responsabilidad.
Por último, tampoco vale el famoso juego de la frase “siento que te hayas sentido así”. Esto es algo que sirve para acompañar a alguien cuando tú no has tenido responsabilidad en lo que le pasa. Como cuando un amigo te cuenta un problema o una pérdida. Pero no sirve para disculparnos cuando tú tienes parte de responsabilidad en lo que ha pasado. Así que ¡no cuela!
Y todo esto, todos estos ejemplos de cómo no pedir disculpas, sirven para que tú aprendas también a reconocer cuándo las disculpas que te dan son imperfectas. Y con ello, que puedas valorar si quieres aceptar esas disculpas o no.
Besos, Silvia.
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