Diferencias entre ser amable y ser complaciente
Ayudar a las personas que nos rodean y ayudar a que el mundo sea un lugar un poco más gentil es positivo. Además, es cierto que poco cuesta tener un buen gesto y que, a menudo, las buenas acciones acaban volviendo a nuestro favor. Sin embargo, una cosa es ser amable y generoso de manera genuina, y otra ser complaciente, donde uno acaba agotado emocionalmente, traicionando sus propias necesidades a favor de los demás.
¿Cómo saber la diferencia entre ser amable y ser complaciente?
Os lo cuento de manera muy resumida:
¿Qué significa ser una persona amable?
- Ser amable es algo auténtico, que se hace porque sale de uno mismo en un acto de verdadera generosidad hacia el otro. Es como cuando cuidas de un niño pequeño: sabes que no te vas a llevar nada a cambio, pero lo haces por principios y por amor.
- Ser amable no significa traspasar las propias necesidades, al contrario: las personas amables ayudan hasta donde pueden, sin sentirse culpables por no hacer nada más.
- Las personas genuinamente amables no tienen problemas en vivir momentos incómodos a la hora de poner límites a su ayuda, porque saben que ya están haciendo lo que pueden, y, de manera honesta, saben conectar con sí mismos y con los demás.
¿Y cuándo se es complaciente en vez de amable?
La prueba de fuego es cuando te das cuenta de que no te atreves a decir que no; además, al ayudar, en vez de sentirte en paz contigo mismo por estar haciendo algo bueno, acabas agotado emocionalmente, con estrés o insatisfecho.
Esto pasa generalmente por tener una autoestima baja y estar, entonces, buscando aprobación constante en los demás, por lo que uno se obliga a sí mismo a ser complaciente y acomodaticio. De este modo, adaptándose siempre a las necesidades y a la voluntad de los demás, sentimos que nos volvemos imprescindibles, necesarios, amados y así evitamos sentirnos rechazados.
Además, es posible que a veces no nos sintamos merecedores de amor, y que creamos que tenemos que ser complacientes o aportar un servicio para “pagar” o compensar por el cariño que nos dan otras personas. Todo esto nos lleva a una dependencia emocional que es muy dañina para nosotros, pero también para nuestras relaciones. Y es que ser complaciente no es bueno tampoco para construir relaciones auténticas y de calidad.
¿Y qué pasa por ser complaciente?
Las personas complacientes suelen acabar acumulando muchos sentimientos en su interior, ya que no se atreven a poner límites y no suelen escuchar a sus propias necesidades; pero muchas veces, no saben esto. Las personas complacientes actúan así porque les nace de dentro, y posiblemente, con la mejor intención. Pero no entienden que esa forma de actuar no es auténtica, y solo les llena de frustración y rabia, ya que acaban estresados, y agotados.
Además, dedican tanto tiempo y esfuerzo a los demás que no tienen espacio para ellos mismos, por lo que la ansiedad, la fatiga y el autodescuido acaban pasando factura no solo emocionalmente sino también físicamente.
Por tanto, es fundamental, para nuestra salud, aprender a ser amables mientras dejamos de ser complacientes. El primer paso es ver la diferencia. Espero que este artículo os haya ayudado.
¡Contadme vuestra experiencia!
Un beso,
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