Soledad, ¿nos hacemos amig@s?
Soledad, qué palabra tan triste y bonita a la vez… ¡Todo depende de cómo la interpretemos! Lejos de convertirse en esa enemiga que viene a ahogarnos y a conectarnos con la mayor de las tristezas, puede convertirse en una buena amiga. Es obvio que somos seres sociales y que a la inmensa mayoría nos gusta estar acompañados, pero también lo es que está en nuestra mano afrontar la soledad como un cambio y una nueva etapa, y no como un infierno del que no seremos capaces de salir.
Podemos conectar con la soledad en distintas situaciones: estando en pareja en una relación en la que ya existe demasiada distancia emocional, como consecuencia de una ruptura inesperada, por la muerte de nuestr@ compañer@; o porque voluntariamente se decide estar sin pareja durante una época. Son experiencias que nos conectan con ese miedo a quedarnos solos y lo que más nos preocupa es no volver a encontrar a nadie que quiera compartir la vida con nosotros.
Muchas personas sienten lo que llamamos la ‘vergüenza tóxica‘, ese sentimiento internalizado de sentirte defectuoso e imperfecto, y que provoca que te sientas pequeño/a y con la sensación de que no vas a conectar con otras personas. El amor y la conexión son necesidades que todos deberíamos tener cubiertas para sentirnos bien. El amor lo encontramos en esas personas de nuestro entorno que nos dan cariño y afecto y que nos hacen sentir que somos importantes para ellas. Y la conexión se crea con aquellas personas con las que tenemos cosas en común y hablamos el mismo ‘idioma’. Si conecto con la vergüenza tóxica, entonces tendré miedo a perder esa conexión y a quedarme sol@.
Lo importante no es aquello que vivimos, sino cómo lo interpretamos y qué decidimos hacer con esa situación. Por ejemplo, si mi pareja me deja… ¿cómo interpreto ese rechazo? Lo puedo hacer diciéndome ‘soy una mierda y no voy a levantar cabeza nunca más’ como si fuera una excepción y la única persona que no será capaz de superar una ruptura, o, en cambio, diciéndome ‘soy capaz de superarlo’. No podemos quedar atascados en el papel de víctima, lamiendo nuestra propias heridas, porque entonces no saldremos del agujero. Todos podemos reconstruirnos de nuevo. ¿Cómo?
5 tips para superar el miedo a la soledad
1. Cuando sentimos que nos hemos quedado sol@s, es básico preguntarnos qué actividades podemos hacer para sentirnos bien y entrar en contacto con otras personas y generar nuevas relaciones. Y tienen que ser personas con una situación parecida a la nuestra. Así es como cubriremos la necesidad de conexión. El conocido neurólogo António Damásio dice que la mejor forma de superar un desamor es buscar algo que nos haga sentir muy ilusionados de nuevo. Si conectamos con las ganas de seguir adelante, saldremos más rápido del bache.
2. Si estamos atrapados en la vergüenza tóxica y nos sentimos imperfectos, analizar el porqué me siento así. ¿Qué mochila arrastro? ¿Cómo fue mi infancia? ¿Qué mensajes me dieron mis padres? ¿Cómo han sido las relaciones que he tenido? Es importante hablar de ello con personas de confianza y expresar cómo nos sentimos, atrevernos a mostrarnos tal y como somos, abrazar nuestra vulnerabilidad.
3. Escribir es terapéutico. Cuando ponemos palabras a los que nos sucede, y si lo hacemos a menudo, poco a poco veremos que lo relativizamos y que parece menos grave.
4. Hablarnos a nosotros mismos como lo haríamos con otra persona, sin tratarnos mal ni juzgarnos por habernos quedado sol@s.
5. Cuestionar nuestras propias creencias. ¿Cómo interpreto yo el hecho de quedarme sol@? ¿Lo veo como algo horrible y pienso que me señalarán con el dedo? ¿No me atrevo a decírselo a la gente y me quedo en casa? ¿Cómo me siento cuando no tengo pareja y en una boda me sientan en la mesa de los solter@s?
Y, por último, es importante que tengamos claro que la soledad no la cura la compañía, la cura el contacto con la realidad. A todos nos gusta más estar acompañados, pero tiene que compensarnos. No tiene sentido mantenerse aferrado a relaciones que nos destruyen por ese miedo al vacío y a soltar. Es entonces cuando no se crece y se brilla menos. Así que… Soledad, ¿nos hacemos amig@s?
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