“He conocido a alguien en un chat”

He conocido a alguien en un chat. Hemos empezado a hablar. Al inicio me lo tomaba como un pasatiempo pero pronto empecé a acostumbrarme a esas largas conversaciones que podían durar horas. Me acostumbré hasta el punto de necesitarlas, de estar esperando que me llegara un mensaje suyo para comentarle cosas, para compartir con ella, para reírnos o “desnudarnos” emocionalmente. Es como un bocado de aire fresco, esas conversaciones me llenan de vida.
Ella me ilusiona, me emociona, me encanta, me llena el estómago de mariposas. Creo que me he enamorado de ella. El único problema es que tengo pareja.
¿Debo explicárselo? ¿Por qué pasa eso? ¿Y si tengo ganas de conocerla?
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Lo que le ocurrió a Oscar es algo que le ocurre hoy en día a mucha gente. Es el peligro de conocer a alguien “por escrito”. Es fácil idealizar y convertirle en una persona que encaje a la perfección con nuestras preferencias y expectativas.
Y es normal que si tenemos pareja, eso nos preocupe y nos haga sentir mal. (Aunque aún es peor si no vemos problema alguno a tener esta relación escondida con la tercera persona).
Ante la pregunta de si deberíamos o no explicárselo a nuestra pareja, yo haría una pregunta más: ¿Hasta qué punto me preocupa el hecho de que mi relación de pareja acabe? Es necesario tener esto claro antes de decidir si lo queremos compartir o no, o más bien preferimos cortar esta historia y que deje de formar parte de nuestro presente.
Está claro que por un lado nos emociona y nos genera ilusión y vitalidad, pero en el fondo es fruto de una idealización, de la excitación de lo nuevo y lo prohibido, y eso tarde o temprano pasa y en la mayoría de ocasiones, cuando ha pasado, no queda nada de lo que fue. Solo un gran vacío que se disuelve con tan solo recordarlo.
Hay personas que movidas por la novedad excitante dejan a su pareja, pero deben estar muy convencidos de que antes de conocer esa persona ya querían dejarla, ya sabían que no era aquello lo que querían y que esa novedad fue el motor que les dio fuerzas para salir de allí.
Si no es así, si antes de conocer esa tercera persona sentíamos que estábamos con la persona que deseábamos de verdad, a pesar de estar pasando tal vez un momento más difícil, deberíamos pensarlo bien. Tener muy claro todo lo que estamos poniendo en juego porque en general las relaciones con terceras personas no acostumbran a funcionar, y sería muy triste que nos quedara el peso interno de sentir que hemos perdido a quien queríamos por algo pasajero y absolutamente inconsistente.
Si nos planteamos conocer a esa persona más, debemos plantearnos antes dejar a nuestra pareja (siempre que la lealtad, el respeto y la honestidad formen parte de nuestros valores esenciales), para así tener claro que se aquello nuevo no funciona, nos nos sentiremos arrepentidos.
Es una situación que le puede pasar a todo el mundo, y de hecho, le pasa a mucha gente. Ante el peligro, siempre es mejor no jugar con fuego y no entrar en estos espacios sociales que hoy tenemos todos al alcance de la mano. Y si caemos, intentemos salir lo antes posible, alejándonos de la tentación de la novedad.
Una vez hemos entrado en el espacio de las largas conversaciones a escondidas, sin duda vamos a sentir ganas de conocer más a la otra persona, pero de nuevo, preguntémonos cuál es el fin de nuestro deseo. ¿Se trata de algo sexual que al fin y al cabo, será más de lo mismo que ya conocemos, o son las ganas honestas intentar una nueva relación con la nueva persona (alejándonos, por supuesto de nuestra pareja)?
De no pensarlo bien, corremos el riesgo de entrar en una relación de dependencia emocional.