Cuando aparece otra persona – Relación de pareja
Rosana era feliz en su relación con Mario. Llevaban juntos cinco años y su vida les llenaba a los dos. Tenían gustos parecidos, compartían los mismos hobbies y veían la vida de manera muy parecida. Como todas las parejas, tenían su discusiones pero su comunicación era respetuosa y podían dialogar hasta llegar a un punto de encuentro y soltar el tema. Se habían comprado una casa hacía unos meses y era un nuevo proyecto que también les ilusionaba.
Ana trabajaba en un banco, y un día al levantar la cabeza para atender al siguiente cliente, se encontró con Álvaro, un antiguo compañero de EGB. Habían coincidido en la misma clase durante cuatro años, pero eso era cuando tenían 14 y ahora tenían 33. Los dos se sorprendieron al verse y con la ilusión del momento, decidieron ir a tomar un café para contarse cómo iban sus vidas .
En seguida notaron mucha sintonía entre ellos. Él era de esos chicos que no cortan la mirada cuando te observan y eso a ella la ponía extrañamente nerviosa. Se les pasó una hora sin que se dieran cuenta, y ella tenía que volver al banco.
Él le pidió que intercambiaran sus números de teléfono y así lo hicieron. Le dijo también que la veía muy guapa y al darse dos besos en la despedida, ella notó un nudo en el estómago que le impidió comer nada más durante las siguientes doce horas.
Álvaro también estaba muy guapo, y no se podía quitar esa mirada de la cabeza. A los pocos minutos de entrar en el banco, vio que tenía un mensaje en el móvil. Era él y le decía: Eres preciosa Rosana, si no estuvieras con Mario ya te habría invitado a cenar.
Y ahí empezó todo. Después de ese mensaje que a ella le revolvió de nuevo el corazón, vinieron otros. Ilusión, incerteza, expectativa, curiosidad, excitación, halagos, enamoramiento, novedad…¿Cómo resistirse a eso?
Rosana se preguntaba qué era lo que fallaba entre ella y Mario. Siempre había escuchado que cuando aparece otra persona es porque en la relación que tenemos hay algo que falla, que si no no te fijas.
No es así. Eso no es cierto. Hay muchísimas Rosanas y muchísimos Álvaros a nuestro alrededor. No somos robots, a quienes nos han activado un programa y no salimos de los parámetros marcados. Somos seres humanos y nuestras emociones no son programables.
He escuchado infinidad de casos como el de Rosana. Estás bien, tranquilo/a y aparece el otro, galán, adulador, seductor, guapísimo (o no)…y te dice todas esas palabras que a todos nos encanta escuchar, que nos hacen sentir importantes, especiales, únicos…y eso nos hace vibrar otra vez. No nos sucederá nunca cuando estamos en fase de enamoramiento con nuestra pareja. Nos sucede cuando ya hemos entrado en un estado más estable, de cordura y realidad en el que estamos ya tranquilos y calmados. Ahí entra el otro, como un huracán.
Son situaciones en las que no lo tenemos fácil porque nuestras emociones están en lucha directa contra nuestra cabeza. La razón nos dice “¿Pero qué estás haciendo? ¿No ves lo que vas a perder? ¿Mario te quiere, lo sabes verdad? Tenéis una casa que os acabáis de comprar y a Álvaro ni siquiera lo conoces de verdad…”
Pero en ese momento Álvaro nos dice “Vamos a pasar el fin de semana en París” y ahí se nos funde el cerebro por completo y no podemos evitar ir hacia esa dirección.
Cuando estamos en situaciones como la de Rosana, sufrimos muchísimo. La ansiedad que sentimos es muy grande. Sufrimos por la culpa, por la locura de nuestras emociones y porque sabemos que nos estamos equivocando pero no podemos evitarlo. Si nos quedamos con Álvaro, tenemos muchas probabilidades de acabar lamentándolo, porque no le conocemos bien y no podemos tomar ninguna decisión estando en pleno enamoramiento (cuando lo único que hacemos es idealizarle).
Y a parte está la culpa porque vemos a Mario sufriendo y eso nos mata por dentro…
Son procesos duros a los que todos estamos expuestos. Lo ideal en estos casos, si podemos es cortarlo de raíz. Ser estrictos desde el primer minuto. En realidad, cuando un Álvaro se acerca, se le ve venir. Puede ser que tenga pareja, que no la tenga o que tenga muchas. Da igual, su modus operandi es muy parecido y eso no les frena en absoluto.
Somos nosotros quienes tenemos que poner una barrera. Antes de dejarnos llevar por el volcán emocional, siempre hay un punto en el que podemos hacer algo para convertirlo en un punto y final. Si por el contrario decidimos que sea un punto y coma, debemos ser conscientes que el sufrimiento está más que asegurado y podemos caer con mucha seguridad en una dependencia emocional de la que nos cueste mucho desengancharnos.
Más información sobre la dependencia emocional.
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