La realidad de Juan. Más allá de las palabras.
Juan estaba casado desde que tenía 20 años con una mujer con la que había sido feliz. Habían tenido una niña preciosa a la que amaban con locura y tenían todo lo que necesitaban. A pesar de ello, llegó un momento en el que Juan se dio cuenta que a su mujer la veía más como una de sus mejores amigas pero que no sentía el deseo ni las ganas que debía sentir para desear seguir el resto de su vida con ella. Decidió hablarlo con ella. Fue una decisión dura, pero valió la pena porque al poco tiempo de separarse, los dos se dieron cuenta de que era lo mejor que podían hacer porque sus vidas habían tomado caminos diferentes. Si ellos dos se respetaban y se deseaban lo mejor el uno al otro, su hija estaría bien y le darían así un buen ejemplo de lo que hay que hacer si un día descubres que ya no quieres estar con la persona que tienes al lado.
Pasó el tiempo y Juan se enamoró de una compañera de trabajo. Ella estaba casada, pero fue acercándose cada vez más a él. Un día intercambiaron sus teléfonos y empezaron a hablar por whatsapp durante largas horas, a diario, a cada momento. Eran solo amigos, pero esa amistad se fue convirtiendo en necesaria, la necesidad de esos mensajes, de sus palabras, de ese intercambio aparentemente inofensivo pero cargado de emociones ambiguas…
Con el tiempo, empezaron a quedar hasta que un día atravesaron la barrera física y pasaron la noche juntos. Ella decía que estaba mal en su matrimonio, que eran como amigos desde hacía años y que quería separarse pero no era el momento.
Siguieron así unos meses más, hasta que un día Juan supo que su marido había descubierto unos mensajes suyos en el móvil de ella y por este motivo no podrían verse con la misma frecuencia.
Aquí Juan se vino abajo porque según ella, tan solo convivían pero estaban ya separados. La reacción de su marido, le hizo ver que tal vez ella le mintió.
En aquel momento empezaron a adentrarse en un terreno de lo más peligroso, principalmente para Juan. Allí él tenía que haberse retirado de la historia, pero la esperanza que albergaba cada recuerdo de los momentos compartidos, le mantenía allí, fiel a sus promesas de futuro.
Juan era feliz antes de conocerla, aunque ya se había olvidado del sabor de esa felicidad… la buscaba en su memoria pero cada vez le costaba más dar con ella.
Tras venir a verme vio muy claro que tenía que hacer contacto 0, se empoderó y así lo hizo, pero ¿qué pasó? Ocurrió lo que siempre ocurre en estos casos. Un día recibió un mail de ella, en el que le preguntaba cómo estaba y le decía que no quería molestarlo, que ya había visto que la había bloqueado y que ella jamás le haría algo así a él.
No hay duda de que sus palabras le dolieron hasta el fondo de sus entrañas, haciendo que sintiera una profundísima culpa por haberla bloqueado y desbloqueándola de inmediato. Tras desbloquearla, empezaron a hablar de nuevo volviendo al instante al punto en el que estaban antes de alejarse.
Ella no modificaría su situación. Su mensaje era “te necesito”, “no te alejes de mi”, “al final lo conseguiremos”, pero por otro lado no hacía el más mínimo movimiento para que esto sucediera. No tenía ninguna intención de dejar a su marido, esto Juan lo había visto por activa y por pasiva, pero aunque lo viera, ella le decía lo contrario y ante esta dualidad, ¿con qué se quedaba Juan? Con lo que más le interesaba, con las promesas de futuro. Y como esas promesas no llegaban, de nuevo se angustiaba y se hundía, tal y como había estado antes.
Es muy importante que tomemos conciencia de que este tipo de relaciones son como una droga. Nos destruyen a pasos agigantados y no nos aportan nada más que migajas de afecto envueltas de un cariño puntual con sabor a promesas atractivas pero vacías de contenido.
Si miramos atrás vemos que en realidad, no ha habido nada, no hemos construido nada y que más allá de nuestros sueños, solo hay un enorme conjunto vacío.
De nuevo Juan la bloqueó y esta vez sí, logró aislarse de ella por completo, pudiendo así poco a poco volver a agradecer todas las personas maravillosas que tenía a su alrededor, que le querían y que esperaban que “regresara” lo antes posible y que volviera a ser él, recuperado y dispuesto a vivir la relación que verdaderamente merecía.