Sonia y la ruptura de su relación de pareja
Sonia llevaba doce años de relación con su marido Pablo. No es que él fuera una mala persona, ni que la hubiera tratado mal, pero con el tiempo ella se fue dando cuenta de que ya no sentía lo mismo hacia él. Sus sentimientos habían cambiado, había dejado de quererle como pareja.
Cuando una persona que lleva un tiempo considerable en una relación de pareja, un buen día se levanta y se da cuenta que ya no ama al otro a pesar de que el otro está encantado (o eso aparenta) con la relación, empieza a vivir una auténtica pesadilla.
Es muy triste porque no es que esté haciendo nada malo, simplemente está tomando conciencia de que sus sentimientos ya no la hacen fluir hacia ese otro con quién hasta ahora había compartido sus días. Se da cuenta que sus caminos ya no se cruzan, que ya no miran hacia el mismo punto ni construyen nuevos objetivos con ilusión y entusiasmo, que no sienten el deseo vivo en su interior cuando están cerca. Cuando uno se da cuenta que ya no extraña al otro, que más bien le moleste, que no le gusta que le toque o que preferiría estar sin él, cuando esto sucede, por más que queramos engañarnos solo hay un final y cuanto más rápido lo aceptemos, antes acabará esta pesadilla, y de no hacerlo, caeremos en la tortuosa dependencia emocional.
Y es que Sonia, como la mayoría de personas que pasan por esta experiencia, lo vivía así, como una auténtica pesadilla.
Decidió hablar con él y explicarle que ya no le amaba y que quería separarse.
Cuando lo hizo, Pablo se lo tomó de la peor de las maneras y reaccionó adoptando por completo el rol de víctima, haciendo espectaculares números desesperados, arrastrándose por la casa con la cara desfigurada de tanto llorar, sin cuidarse, sin querer explicarle a nadie que ella le quería dejar. Probablemente él sentía que si no lo explicaban a nadie, aún no estaba todo perdido. Es muy frecuente cuando uno está en la fase de negación (la primera fase del duelo), pero le gustara o no, lo aceptara o no, aquello era irreversible. Y es que lo peor que puede hacer alguien que tiene claro y le ha dicho al otro que quiere dejar la relación, es no hacerlo.
Sonia estaba convencida, pero cometió otro error al que nos enfrentamos también con mucha frecuencia: con la excusa de que tenían un hijo, se quedó durante seis meses más en la casa, es decir, viviendo con Pablo, y os puedo asegurar que esta sí que es la peor de las pesadillas.
Cuando hacemos esto, la otra persona mantiene la esperanza. Al vernos allí es como si no fuera cierto que vamos a irnos y podemos encontrarle pasando por muchos estados diferentes: habrá días que nos busque para tener relaciones sexuales, otros días estará más distante y no nos hablará, otros se comportará como si nada hubiera pasado y organizará cosas para hacer los tres, otros le veremos destrozado por las esquinas, nos acusará de que seguramente hay otra persona (y puede que la haya, pero esto no cambia nada). En fin, que ambos sufren muchísimo y no es necesario. El que es abandonado, es normal que sufra porque tiene que hacer todo un duelo hasta llegar a la aceptación de la nueva realidad. Le llevará un tiempo y este dependerá de si recibe la ayuda adecuada y de si está dispuesto a salir de allí cuanto antes o si prefiere sumirse en la miseria durante un largo período, ya sea para llamar la atención o para intentar recuperar así al otro.
Pero el que decide dejar la relación, cuanto antes se vaya antes empezará a ver como su vida recupera el sentido, al ver que está siguiendo los pasos que realmente desea hacer. Es muy probable que sienta una cierta dosis de culpa, debido a que ha visto al otro muy mal, pero es importante que quien vive eso se de cuenta que no es culpable de nada. No elegimos a quién amamos y cuando dejamos de amar, eso sucede con el día a día. A veces tenemos carencias que ni siquiera somos capaces de percibir, otras veces las percibimos y las expresamos, pero todo sigue igual. No pensamos que la otra persona vaya a dejarnos, creemos que eso no sucederá nunca, que será eterno, porque eso es lo que nos habían prometido, y luego si sucede…..creemos que el otro se lleva nuestra vida con él.
Sonia lo consiguió, tardó y ahora se da cuenta que tras comunicarle su decisión y sus sentimientos lo más honestamente que pudo a Pablo, debería haberse ido. Veía que para que el hijo no sufriera, estuvo viviendo una situación que tal vez le hizo sufrir más, porque los niños siempre detectan cuando el padre o la madre no están bien.
Al desprenderse de aquella relación, hizo un trabajo para fortalecer su autoestima, para curar la culpa que había quedado en ella y volver a sentirse inocente y merecedora de amor y de que le pasaran cosas buenas. Sonia en aquella relación, por mucho que le doliera admitirlo, no era feliz. Ahora Sonia es más feliz que nunca, ha recuperado su energía, su vitalidad, su entusiasmo por la vida, vuelve a ser sociable, a hacer cosas, a cuidarse, a reír y al mirarse al espejo, se da cuenta que vuelve a ser ella al 100%.
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