No logro superar esta ruptura
Carolina vino a verme de nuevo, un Jueves más. Pidió cita entre sollozos, estaba deshecha y le explicó a Susana, mi secretaria que por favor le hiciéramos un hueco que no podía soportar lo que le estaba pasando.
Carolina había estado durante más de tres años con un chico que no tenía nada que ver con ella. Era alguien absolutamente tóxico y sin saber cómo ni por qué, ella había acabado normalizando determinadas situaciones que no tenían ningún sentido si las analizamos desde la razón. Pero esto es lo que tiene la dependencia emocional, que es irracional y desde la razón no puede entenderse.
Se había pasado noches enteras llorando mientras él salía con sus amigos a “tomar algo” y no llegaba hasta la mañana del día siguiente en un estado lamentable.
-¿Dónde has estado? ¿Cómo puedes llegar a esta hora como si nada?
-¡Déjame tranquilo que tengo sueño y estoy cansado!
Y así una y otra vez. Además él era extremadamente celoso, algo enfermizo y cuando no podía controlar ese estado, podía acabar insultándola por el simple hecho de encontrarla en una mesa tomando un café con tres amigas más y un amigo. No podía ir a determinados sitios si quería evitar que él perdiera el control, y si iba, lo hacía con un altísimo nivel de ansiedad por si él se enteraba.
La tenía completamente anulada, no dormía bien por las noches y aunque en determinados momentos ella veía que aquello era absurdo, sentía que no podía cortar esa relación. Ese pánico irracional a quedarse sin él (si, si, sin él, sin esa persona que la maltrataba psicológicamente y por la que lo pasaba fatal), la mantenía presa en aquella relación.
Habíamos hecho tres sesiones con las que se sentía muy reforzada. Ella ya había decidido dejarle y se lo había dicho, y con las sesiones trabajamos la autoestima para asegurarnos de que no volviera a caer.
Ese día que volvió a la consulta era pasado un mes de la tercera sesión, tras la cuál estaba muy fortalecida y volvía a ser ella misma. ¿Qué había pasado?
Entró y pude ver que estaba haciendo un esfuerzo para evitar soltar el alud de lágrimas que se acumulaba en sus ojos. Fue justo al sentarse cuando se soltó y no podía parar de llorar.
Cuando se calmó me explicó que el día anterior le había visto después de dos meses sin ningún contacto con él. Ella estaba en una tienda con una amiga y le vio pasar por la calle, tras los cristales. Me explicó que fue verle y empezar a llorar sin poder parar. Lloraba y lloraba y ni siquiera sabía bien el por qué. Lloró toda la noche hasta que se quedó dormida y lloraba el día siguiente en la consulta.
Tras calmarse de nuevo le pregunté qué era lo que le venía a a cabeza, lo que pensaba, lo que la hacía llorar. Al principio no lo sabía pero pronto me desveló su clave. Eran tres los pensamientos que la hundían de esa forma y que no la dejaban reponerse:
-Ojalá esto (lo que habían vivido) no hubiera pasado
-Ojalá él cambiara
-Ojalá pudiera estar con él
Ahí estaba su respuesta. Su por qué. Tres cuestiones aún más irracionales que la misma relación, que la llevaban a retorcerse de dolor y tristeza.
Cuando pensamos esto, solo vemos oscuridad, pena, vacío, desamparo y soledad. Por ello, y por ser tres mensajes que no tenían ningún sentido en el plano real ya que ella sabía y admitió que tenía claro que él no iba a cambiar, que no podía estar con él y que lo vivido, vivido estaba, pronto logró salir de ese pozo.
Empezó a calmarse y entonces pude ayudarla a que recordara que ella había tenido y tenía dependencia emocional y que verle había sido una “recaída”. No podemos evitar, cuando ha sido algo tan tóxico, que si aparece su imagen delante de nuestros ojos, nos venga taquicardia. Es una reacción automática. Es importante que comprendamos esto y también que a pesar de toda la aparatosidad de nuestros síntomas, debemos seguir con contacto 0. Si lo hacemos, pronto podremos pasar página y volveremos a darnos cuenta de que no queremos volver allí de donde tanto nos costó salir.
Es importante que observemos lo tóxica que es la otra persona para nosotros, que incluso solo con verla de lejos nos pongamos así de mal.
Si logramos distanciarnos y razonar, volveremos ahí dónde estábamos antes de ese incidente y seguiremos hacia arriba, mejorando y sintiéndonos mejor.
Carolina se fue mucho mejor de lo que había venido. Tenía una familia que la apoyaba (y esto es muy importante) y buenos amigos con los que pudo contar en los momentos más duros. Era una chica muy fuerte que tenía claro que saldría de esta. Carolina tocó fondo esa noche, pero esas recaídas son muy beneficiosas porque nos recuerdan por qué no queremos volver a recaer.